Me gusta mirar los objetos lentamente,
contemplarlos con paciencia, individualizándolos,
separándolos de su entrono…
Detenerme a pensarlos, reflexionarlos, deshacerlos y volver a construirlos, verlos como si fuera por primera vez…
Así sea el objeto más ordinario… una silla, un cenicero
o la triste perilla de una puerta olvidada…
Como disfruto quitándome esa automatización visual de lo conocido; renegando a ese reflejo retiniano de ceguera mental acostumbrada
A veces me pareciera que los objetos inermes son la persona misma de su creación… Y entonces elucubro, imagino… en una especie de trance intento disociarme de todo prejuicio… limpiarme, purificarme y así, mirar…
Y los objetos se vuelven bellos, puros, únicos, desnudados en su esencia… hasta el mas torpe aparato me resulta sublime, mostrándome esa aura de idea, de creación, fuera de toda forma y de toda materialización
así yo… disuelto en su núcleo, intento entender su por que, ése… que jamás en palabras podría describir.
Gradilla.
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